“La riqueza la producimos conjuntamente, no la producen el señor Slim o el señor Bezos”
* Ignacio Román, académico de la Escuela de Negocios ITESO, expresa su opinión acerca de la relevancia de los informes global y mexicano de Oxfam en torno a la desigualdad y la concentración de riqueza.
Dos discursos diametralmente opuestos acapararon los titulares en el último Foro Económico Mundial de Davos, Suiza: en el lado A, la férrea defensa del liberalismo económico emprendida por el recientemente electo presidente de Argentina, Javier Milei; en el lado B del foro, el informe anual sobre desigualdad global de la ONG Oxfam, titulado “Desigualdad S. A.”.
En el primero, Milei denunciaba a los líderes de las democracias occidentales por el abandono del modelo de la libertad a cambio de distintas versiones del colectivismo, y abogaba por el capitalismo de libre empresa como un sistema capaz de eliminar la pobreza del mundo; en el segundo, se hacía constar que, desde 2020, la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se había duplicado, de 453 mil millones de dólares (mmd) a 869 mmd, mientras que la riqueza acumulada de casi 5 mil millones de personas, el 60 por ciento más pobre de la humanidad, perdía más de 20 mmd. Esto significa que el uno por ciento más rico del planeta posee 43 por ciento de los activos globales.
Ignacio Román, académico de la Escuela de Negocios ITESO, miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII), e integrante de la Red Mexicana de Investigación en Política Social y del Consejo Directivo de Oxfam México, considera que, si bien existen ambos polos, es de celebrar que Oxfam tenga un sitio relevante en Davos desde hace tiempo para señalar la necesidad de cabildear profundos cambios en el modelo económico global, trabajo que pasa por la necesidad de controlar el poder empresarial.
“El gol más importante que ha metido Oxfam fue poder meterse a Davos. La importancia del informe global no es sólo el informe en sí mismo, sino que se presenta justamente en el principal encuentro mundial del mundo del dinero, donde están los gobernantes, las grandes instituciones financieras, los representantes de las grandes empresas y algunos intelectuales. Este espacio ha sido una de las bases de los acuerdos de liberalización económica en las últimas décadas, y el hecho de que en medio de eso entre Oxfam, evidentemente le da una visibilidad enorme”, apunta Román.
Para el académico, los argumentos de Oxfam —radicales, mas no extremistas, opina— desnudan la forma en que las grandes corporaciones han alcanzado el poder económico a través de acciones monopólicas y acuerdos con el poder político. Utilizando fuentes estadísticas oficiales, así como de orden empresarial y financiero —con documentos como la lista de Forbes o datos de calificadoras internacionales—, el informe de Oxfam señala fenómenos como la evasión de impuestos, el colapso climático, la privatización de los servicios públicos, la concentración del poder empresarial y monopolístico, y la desigualdad extrema como síntomas de la decadencia que atravesamos. A partir de esto, plantea la necesidad de revitalizar al Estado, regular el sector privado y reinventar el sector empresarial.
“La riqueza la producimos conjuntamente, no la produce el señor [Carlos] Slim o el señor [Jeff] Bezos. Dicho en otras palabras, la riqueza es sistémica, no es individual. Cuando se habla de redimensionar el papel del Estado, de lo que se trata es de ubicar que tenemos derechos sociales, ambientales, políticos, civiles, económicos, sociales y culturales, y que cada uno de los derechos cuesta, y cuesta mucho. Tiene que entrar la sociedad y decir: ‘Necesitamos un esquema de redistribución, entre personas y entre empresas’. No se trata de decirles otra vez a los ciudadanos: ‘Tú tienes que pagar más impuestos’, o que lo haga el sector formal. Estamos hablando de la gente que tiene el poder de todo”, menciona.
Para Román, la pregunta fundamental que subyace en el informe es si realmente vivimos en regímenes plenamente democráticos, o si se trata más bien de regímenes plutocráticos. Destaca, además, el hecho de que se plantee la necesidad de generar una contracultura que permita presionar desde la sociedad hacia esquemas que, efectivamente, hagan contrapeso y presionen en favor de condiciones de mayor igualdad.
“Si nos ponemos a ver la historia de la humanidad, cuando hablamos de riquezas gigantescas, desproporcionadas y absurdas con respecto a las condiciones de vida de la población, hablamos de riquezas faraónicas. Es decir, estamos hablando de los faraones egipcios, de conductas o riquezas imperiales de Luis XIV, Carlos V o Enrique VIII. Pues muy posiblemente lo que tengamos ahora sea más extremo que aquellas situaciones”, señala.
Fundada en 1942 en Oxford, Inglaterra, como una organización asistencial británica para atender la hambruna causada durante la Segunda Guerra Mundial, Oxfam se fue transformando con el tiempo en una organización promotora del desarrollo, organizada como confederación internacional. Hoy en día, su sede central está en Kenia, aunque tiene presencia en más de 80 países.
El informe mexicano señala a los monopolios
Días después del informe global, el 23 de enero, Oxfam México publicó el capítulo mexicano, “El monopolio de la desigualdad”, donde el diagnóstico es similar, pues la fortuna conjunta de los 14 ultrarricos mexicanos —cada uno posee más de mil millones de dólares— se duplicó desde el inicio de la pandemia.
Tan sólo la fortuna conjunta de los empresarios Carlos Slim y Germán Larrea creció 70 por ciento durante los últimos cuatro años, hasta representar casi seis de cada 100 pesos de la riqueza privada y equivaler a la riqueza de la mitad de la población más pobre de América Latina y el Caribe, unos 334 millones de personas.
“Mucho de lo que dice Oxfam a escala internacional ocurre también a escala nacional. Los grandes capitales en México han logrado la transmisión directa de los privilegios de lo que eran las riquezas públicas: en el momento en que esas empresas pasan de ser monopolios [estatales] y quedan en el sector privado, su función deja de ser el desarrollo y pasa a ser la rentabilidad, pero finalmente toda la sociedad tiene que depender de esas empresas, de una forma u otra, y en ese momento es cuando las utilidades se exacerban”, apunta.
El académico explica que este fenómeno de enriquecimiento es soportado además por las élites políticas, en un proceso que ha sido denunciado durante décadas y que se denomina “captura del Estado”, sustentado en un fenómeno de puerta giratoria, protagonizado por políticos surgidos de las altas esferas empresariales, o aprobados por ellas, que cuando dejan el cargo se convierten en los principales directivos de esas mismas empresas privadas.
“Hay casos extremos, por ejemplo, en Ecuador: el expresidente Lazo era el segundo banquero más importante del país. Si vemos en México quiénes son los grandes directivos de las afores, son los que hicieron la reforma de hace unos años. Si nosotros vemos a dónde fue [Ernesto] Zedillo, si nos ponemos a ver quiénes han sido los directivos de las aerolíneas, aparece siempre una implicación enorme entre ese poder económico y ese poder político”, precisa.
Este poder y esta realpolitik, que condicionan el actuar de los gobiernos y los ata de manos, hace que, para Román, sea de mayor relevancia impulsar, desde la sociedad civil, propuestas que generen una incidencia social en favor de una estrategia de desarrollo que ponga en primer lugar al demos y no al pluto: “Cuando López Obrador, en la Mañanera, dice: ‘No necesitamos reforma hacendaria’, aun cuando estamos viendo la contundencia de la información, lo que está diciendo —por mucho que digamos ‘Por el bienestar de todos, primero los pobres’—, es ‘No puedo con ellos’. Yo me preguntaría: ¿quién tiene más poder político en México, Slim o López Obrador?”.
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