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Ágora: Obrador y su capacidad de disentir. Un reto pendiente en Morena

Obrador y su capacidad de disentir. Un reto pendiente en Morena.

 

Por Emanuel del Toro.

 

Al concluir su mandato, el ex presidente López Obrador había expresado que se mantendría políticamente al margen en el sexenio de su sucesora. Sin embargo, recientemente ha dado visos de que podría no ser del todo así. Al respecto, en su momento afirmó que sólo intervendría si lo considerara útil, o necesario, si de lo que se tratara fuera de disentir. Y se entiende claramente por qué es que el propio AMLO lo plantea de ese modo, López Obrador terminará por alzar la mano –por decirlo de algún modo coloquial–, cuando crea que alguna decisión de su sucesora compromete sus propios acuerdos políticos o afecta su figura.

 

Para nadie es un secreto que la única explicación que tiene sentido lógico para la reelección de Rosario Piedra Ibarra en la CNDH, reside en la intervención de Andrés Manuel López Obrador. Semejante coyuntura pone de manifiesto lo que parece ser un escollo que cada vez promete hacerse más presente: la posibilidad de un distanciamiento entre Claudia Sheinbaum y López Obrador. Un distanciamiento más de tintes políticos, que personales. Y mismo que se relaciona con la búsqueda que cada cual tendrá por imprimirle a su quehacer. Así mientras la recientemente electa busca el afianzamiento de su estilo personal de gobernar, su predecesor parece estar más interesado en evitar que semejante afianzamiento termine generándole costos personales.       

   

En ese sentido cabe considerar cuando menos dos posibilidades; la primera y/o más llana, porque resulta la más evidente en términos de la real politik, y es de hecho la explicación que sus detractores asumen como más probable, es que López Obrador pudiera, –cual hizo Plutarco Elías Calles–, no resistir la tentación de querer perpetuar su poder de influencia más allá de lo formal, porque finalmente el poder se hizo para ejercerse, y no hay de hecho figura política con mayor legitimidad dentro del propio Morena y la 4T, que la de su fundador e impulsor principal; la segunda sin embargo, sugiere que AMLO promete alzar la mano, sólo cuando considere que alguna decisión compromete su legado o su imagen personal. Cuestión que presuntamente tendría que ver más con compromisos políticos personales, lo mismo que con la inercia de la narrativa que su propio movimiento ha ido asumiendo a medida que se consolida en el poder.  

 

          Después de todo, sería ingenuo suponer que el fundador de una fuerza política del estilo de la que Morena representa hoy en día, como el discurso político dominante que en este momento es, se quede cruzado de brazos frente a cualquier incidencia que considere una transgresión al sentido de su obra o imagen personal. No cabría esperar otra cosa para un personaje como Obrador, cuya sensibilidad política siempre le ha hecho estar un paso por delante de sus adversarios. Algo que ha conseguido tanto por su habilidad para leer los escenarios, como por su voluntarismo para respetar acuerdos políticos.

 

Detalle que sin duda le ha otorgado suma notoriedad entre propios y extraños, toda vez que justo en ello se yerguen buena parte de las contradicciones más evidentes de su liderazgo exhibe. Contradicciones que comoquiera, no han condicionado su legitimidad de cara a la mayoría de la ciudadanía. Lo que no me quita de decir con total claridad, que si algo hay por lo que dolerse y/o preocuparse con Morena, a la luz de la disputa que pareciera estarse gestando entre Sheinbaum y Obrador, es su alto componente de discrecionalidad que prevalece en la toma de decisiones, mismo que termina erosionando la credibilidad de cualquier entramado institucional. Cambiar con suma premura las condiciones de elegibilidad de un aspirante a ejercer un cargo público, ya lo mismo porque se juzga más útil o provechoso un aspirante que otro, lo mismo que porque se tiene compromisos políticos que cumplir, deja al descubierto la escasa importancia que los propios morenistas le otorgan a la regularidad y/o la predictibilidad de las instituciones.

 

Ello deja sobre la mesa la posibilidad de suponer que con el tiempo, pueda llegar a darse una fractura dentro del propio Morena, cual si se pensara que cada vez pudieran ser más las razones de desencuentro entre la actual presidente Claudia Sheinbaum y su predecesor. Lo cual abre la pauta para decir lo más que evidente: la vigencia de Morena como principal fuerza política del país reside en un liderazgo de Claudia, apoyado y/o alentado por López Obrador. Esa y no otra es la premisa que ambos tendrían que asegurar más allá de las formas. Porque ahora mismo esa es justamente la única posibilidad de la que la oposición podría echar mano para recuperar un poco de protagonismo. Un escenario que por improbable que se antoje, podría terminar ocurriendo si ambos liderazgos no hacen el esfuerzo por desarrollar una comunicación mucho más clara y/o efectiva.

 

          Que sí, que se antoja improbable semejante escenario cuando se cuenta con un poder tan robusto como el que hoy goza Morena. De acuerdo, sin embargo, no es menos cierto también, que cuanto más pase el tiempo, mayores serán las razones por las que ambas figuras podrían llegar a tener fricciones. Y esa eventualidad, por improbable que parezca, es de hecho la única posibilidad con la que al menos de momento cuenta la oposición para pensar que tiene aunque sea una mínima posibilidad de ir recomponiendo el estrepitoso declive que viene mostrando desde hace un sexenio en términos de preferencias electorales.

 

          Desde luego como siempre apunto, quizá sea todavía muy pronto para suponer que semejantes contradicciones entre el liderazgo moral y el liderazgo formal de la 4T, tengan porque escalar al punto de generar una ruptura entre amloistas y sheinbaunuistas. De hecho suponer, per se, que algo del estilo pudiera ocurrir así porque sí, implica infravalorar la que ha sido la más importante de las cualidades del propio AMLO, el pragmatismo político.

 

Luego entonces, si bien es cierto que razones no faltan para exponer lo preocupante que resulta el cómo se están configurando las alineaciones políticas, para afianzar el resurgimiento de una presidencia al estilo de las del viejo régimen priista, tampoco se puede pasar por alto que si algo tiene Obrador es la capacidad de saber cuándo si y/o cuándo no tiene sentido manifestarse públicamente. Por lo que se esperaría que la posibilidad de una fractura como la que muchos conjeturan que podría darse, en realidad no se produjera nunca. Pero es un hecho que en la resolución de semejante coyuntura es que se han de encontrar las claves de lo que habremos de atestiguar en los años venideros.   

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