Ágora: La importancia de visibilizar problemas sociales a través del cine
La importancia de visibilizar problemas sociales a través del cine.
Por: Emanuel del Toro.
Cuál es o no la intencionalidad de una realización cinematográfica; quiénes están detrás de la misma; o todavía peor, con qué propósito se lleva a cabo una película; son entre otras cuestiones, muchas de la preguntas en torno a las cuales convendría reflexionar cuando temas sociales tan escabrosos como la trata de personas o la explotación sexual infantil son llevadas al cine.
Lo de menos desde luego, será decir que toda producción se realiza –además de buscando contar una historia que atraiga la mayor cantidad de público posible–, con fines de ganancia comercial, e incluso política. Porque salvo que se trate de la obra de alguien que se mueve u orienta con razones de autorrealización personal, difícilmente se verá que se haga cine, como se dice en la calle: por mero amor al arte. Lo que no significa que cada y tanto surjan propuestas que en efecto se llevan a cabo por el mero gusto de hacer lo que se hace.
Tomando como punto de partida tal consideración, es justo decir que cualquier historia por importante que llegue a ser en términos de audiencia o convocatoria, siempre habrá propiciar un aluvión de opiniones encontradas. Por mucho más si la trama que expone busca retratar un tema tan controversial, tal es el caso de explotación sexual infantil. Luego entonces, no es casualidad el impacto que ha propiciado la reciente película de “Sound of Freedom”, dirigida y producida respectivamente por Alejandro Gómez Monteverde y Eduardo Verastegui.
Una película que si bien está muy lejos de lo acostumbrado en las grandes producciones de cine mundial, por lo modesto de su presupuesto y/o distribución, está dando mucho de que hablar desde que se exhibió por primera vez en cartelera el pasado 4 de julio, amén de la amplitud con la que se ha terminado difundiendo. Y es que si bien hasta este punto sólo se ha exhibido en los Estados Unidos, es un hecho que la naturaleza de la historia que este filme cuenta, ha terminado generando creciente expectación tanto en México, como en el resto del mundo. Sin embargo, todo parece indicar que en lo que toca para a nuestro país, tendremos que esperar hasta el 31 de agosto para verla oficialmente en cartelera.
Estelarizada por Jim Caviezel –el mismo actor que hiciera de Jesús, en el controversial filme de “La Pasión de Cristo”, producida por Mel Gibson en 2004–, en lo formal el filme de “Sound of Freedom”, relata algunas de las experiencias vividas por Timothy Ballard, un exagente de la CIA, dedicado a perseguir la explotación sexual infantil. Un tema por demás escabroso, que sin duda pone los pelos de punta a más de uno, pero que lastimosamente en mucho más grave y/o severo de lo que cualquier película o ficción conseguirá retratar jamás.
Porque como han demostrado trabajos de investigación como el de Lidia Cacho, en “Demonios en el Edén” (2005), –libro que documenta la cuestión para el caso de México–, para que temas semejantes al de la explotación sexual infantil sean posibles a la escala masiva que ocurre desde hace al menos veinte años, se hace falta de toda una red de complicidades sistemáticamente protegida desde las más altas esferas del poder político y económico.
Sólo así se entiende la dimensión que el tema ha cobrado en los últimos años, así como el grado de impunidad del que gozan buena parte de sus responsables. Que con todo y que sus actividades son expuestas y/o perseguidas de continuo, más tardan en ser denunciadas, que en reorganizarse de las más variadas formas, dejando en claro que las mafias que a ello se dedican, no actúan por sí solas, sino ante todo con la protección sistemática de los propios circuitos del poder del Estado, ya que al igual que ocurre con el tráfico de armas y drogas, tienen totalmente rebasado cualquier control efectivo del orden público.
Lastimosamente habrá que decir que, se hable del país que se hable, la realidad supera con creces cualquier trama cinematográfica posible. La cuestión es que de acuerdo con datos de la Organización de Naciones Unidas, en el llamado Informa Mundial de la Trata de Personas (2020), la explotación sexual infantil representa cerca del 34% del total de víctimas de trata de personas en todo el mundo, y lo que es todavía peor, su incidencia no ha parado de crecer en los últimos veinte años de forma constante.
Un fenómeno harto complejo, que según datos del Programa de Asuntos de Género de la IBERO (2017) incluye turismo sexual infantil, pornografía y esclavitud sexual. Si a ello se suma la más que vergonzante situación de que según datos de la Organización Internacional de las Migraciones (2017), nuestro país ocupa el segundo lugar a nivel mundial en turismo sexual infantil, –sólo superado por Tailandia–, es de comprenderse la centralidad que el tema de la explotación sexual infantil tendría que tener para efectos de lo público. Sin embargo, pese a la magnitud del problema, poco o nada se dice al respecto, porque por extraño que parezca, la explotación sexual infantil no se considera un problema de primer orden.
Así las cosas, más allá de cualquier consideración secundaria sobre la idoneidad de exponer semejantes problemáticas como tema de producciones cinematográficas, por no hablar también del exceso de licencias narrativas que cualquier realizador se toma para relatar una trama según la conveniencia de sus propios intereses, cabría destacarse que si algún mérito tiene la visibilización del tema de la explotación sexual infantil como tema de una película, es que pone el dedo en la llaga sobre un tema cuya seriedad y profundidad justifica por sí mismos cualquier intento de llevar la cuestión a la agenda de lo público.
En segundo orden dejo cualquier consideración alusiva a la posibilidad de capitalizar con fines políticos la sobreexposición mediática que la película “Sound of Freedom” está recibiendo en la actualidad, así como también la filiación confesional de sus realizadores. Porque con todo y que no le falta razón a quienes han señalado todo esto y más, la cuestión de fondo es que excepcionalmente pocas veces se ve que temas tan complejos y/o necesarios de discutir públicamente, lleguen a ser visibilizados de la forma que lo está siendo esta película, Esperemos pues que ello contribuya a discutir con seriedad el problema que retrata.
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