Ágora: ¿Existen caminos alternativos?
¿Existen caminos alternativos? Por: Emanuel del Toro. Da la impresión, por el curso que han seguido hasta ahora los acontecimientos tras la rabieta hecha por Marcelo Ebrard al perder en la lucha por la candidatura presidencial de Morena, que nunca consideró la idea de verse perder el proceso, o que si lo hizo, terminó prefiriendo infravalorar o desconocer tal escenario, optando en cambio por sobredimensionar sus posibilidades reales de terminar siendo el candidato elegido de Morena, porque está claro que la candidata del gobierno en turno, como del propio López Obrador, siempre fue Claudia. Lo que sí que sorprende y mucho, es que un hombre de su talante, tan experimentado como inteligente y políticamente hábil, no tuviera pensado un plan alternativo a la derrota, mismo que le ofreciera la posibilidad de maniobrar, ya fuera para ir, o por una candidatura independiente –opción hoy fuera de toda posibilidad por los tiempos establecidos por la ley–, o de terminar siendo el virtual abanderado de Movimiento Ciudadano, –una opción que cada vez se siente más improbable con Enrique Alfaro y Samuel García como presuntos alfiles de dicho partido. En vez de ello, sus opciones reales hoy parecen reducidas a ser paulatinamente relegado de los principales cuadros del obradorismo, a la espera de que una nueva coyuntura favorable, le permita volver a tomar protagonismo, o en su defecto, a terminar optando en solitario por la formación de un nuevo partido político, como parecería indicar la reciente formación de la llamada asociación civil “El camino de México”, en una maniobra de momento un tanto ambigua, como infructuosa, porque su creación no ha significado, al menos de momento, el rompimiento esperado con el morenismo. Para el caso, lo que sí está más que claro, por la tibieza, o poca decisión con la que se ha conducido, es que no parece haber preparado nunca una salida exitosa al atolladero en el hoy se encuentra. El punto es que ni la posible candidatura con Movimiento Ciudadano, –que al parecer nunca estuvo pactada–, terminó por materializarse. Como tampoco lo conformó la opción que en lo formal se antojaba como la más probable; recuérdese que por acuerdo previo, el segundo lugar en la encuesta tenía segura la nada despreciable posición de la coordinación del Senado para el próximo sexenio. Posición que en teoría le habría permitido ir trabajando para construir una candidatura atractiva para 2030, sin embargo, la rispidez entre candidatos que caracterizó el proceso interno de Morena, parece haber tensiones difíciles de superar. Para decirlo claramente, por las nulas posibilidades de las que goza la oposición para hacerse con la presidencia el año entrante, diera la impresión de que con el proceso interno de Morena, las propias elecciones presidenciales se hubieran adelantado, dejando tras de sí la herida de un candidato en ciernes de romper. Para el caso, la nota distintiva de la coyuntura, ha sido la extrema beligerancia de los contendientes internos de Morena, que seguros de su triunfo ante la sociedad, decidieron volcarse entre sí, en una disputa sin tregua alguna. El resultado no podría ser más incierto, como políticamente inconveniente, porque lo que se atestigua es un partido en el gobierno que pese a lo que afirma la retórica oficial, sulfura de tensiones y contradicciones. En cualquier caso, dado lo comprometido de la coyuntura para el propio Ebrard, lo esperable es que hubiera mostrado mayor oficio político del que hasta ahora ha evidenciado, replicando lo hecho por Ricardo Monreal en el actual periodo de gobierno, el cual supo mantenerse vigente pese a las diferencias que tuvo con un Ejecutivo, que nunca cejó en su empeño por ejercer su liderazgo de forma por demás dominante. Un Marcelo Ebrard mucho menos visceral y más sesudo, como paciente, habría podido mostrarse desde el poder Legislativo, como un aliado de Claudia Sheinbaum, al tiempo de mantenerse en la posición de ir construyendo desde el propio oficialismo su candidatura la sucesión presidencial de 2030. Lo acontecido con Ebrard tras su derrota, tendría que servir como referente de cara a la propia elección para la candidata de oposición. La cuestión es que por la popularidad de la que aun goza el Ejecutivo, como por las intenciones de voto que muestran los sondeos de opinión más recientes, no parece esperarse grandes cambios en lo sucesivo para la elección de 2024, si nada cambia radicalmente en los meses por venir, lo más lógico es ver que Morena, pese a todas sus tensiones internas, termine por hacerse con la presidencia de México, la pregunta en realidad que interesa a propios y extraños, con que mayoría legislativa lo hará o no. En tales condiciones, está más que claro que lo más a lo que la propia oposición puede aspirar políticamente hablando, es a escamotear posiciones en el congreso, y quizá, pero sólo quizá, a consolidar su dominio en la capital del país. Más que eso, se antoja al momento imposible. La cuestión es que por mucha animadversión que los cuadros más destacados de la oposición muestren por lo hecho por el Presidente López Obrador, los números no les dan. Lo más a lo que podrían aspirar, es a llevarse poco más de un treinta por ciento de las preferencias. Lo que no significa que las inercias que hasta ahora se observan no puedan llegar a cambiar, o cuando menos a equilibrarse. Pero si tal posibilidad ocurre o no, constituye un preludio de lo que hoy visibilizamos, un político operativamente útil, es aquel que independientemente de la fuerza del espectro que lo representa, tiene la habilidad de ir vislumbrando y preparando caminos alternativos. No hacerlo, significa con toda seguridad, terminar por cavar su propia tumba política. No creo pues, que la oposición esté para resistir un periodo de gobierno más, replicando las fallidas estrategias de las que hasta ahora ha echado mano. Lo cual es un tanto grave, porque más allá de la ganancia política que la polarización y el encono sembrado han rendido, el costo social de apostar por una agenda pública signada por un debate público con tan pobres referentes discursivos, que echa de común, mano de exabruptos, descalificaciones o guerras intestinas de lodo, no ha dejado en la absoluto, más que crispación, desosiego y un ambiente social innecesariamente tenso. La pregunta que yo personalmente me hago, es: ¿Existen en tales condiciones caminos alternativos y duraderos que explorar? Y de haberlos, ¿qué es lo que debe ocurrir para que se activen sin por ello comprometer la viabilidad política del país?
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