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Ágora: ¿Cómo construir relaciones sentimentales que verdaderamente funcionen?


¿Cómo construir relaciones sentimentales que verdaderamente funcionen? Un comentario personal en torno a la complementariedad en una pareja.

 

Por: Emanuel del Toro.

 

¿Cómo construir relaciones sentimentales que verdaderamente funcionen? Si se quiere tener una mínima posibilidad de que una relación amorosa realmente funcione, hay que ser capaces de pensar ¿qué ocurriría con nosotros y lo que pretendemos si nuestras actuales circunstancias cambiaran radicalmente? ¿Cómo nos sentiríamos –tanto para mal como para bien– si las cosas no fueran como lo son al momento de conocernos? Cosas tan elementales como los cambios mismos de la vida, pueden revelarnos a alguien auténticamente distinta a la persona que hemos creído conocer al coincidir.

 

La persona que hoy crees estar eligiendo puede no ser todo lo que parece; primero, porque las relaciones de noviazgo o cortejo, son en esencia campañas electorales personales; la persona que estamos conociendo, hará para que se le elija lo posible por darte su mejor cara, difícilmente te hablará de sus conflictos sin resolver, y si llega a tenerse la confianza de hacerlo, lo más probable es que haga todo lo posible por destacar que se trata de problemas pasados, nunca de situaciones con las que todavía lidia; segundo, ignorar las diferencias de personalidad y/o entorno social de aquellas personas que nos atraen, no evitará que la cuestión permanezca como un foco potencial de conflictos, sino todo lo contrario, cuanto más se conozcan, más evidente serán sus diferentes.

 

Y la verdad es que si tales diferencias no se afrontan con flexibilidad y/o auténtica disposición para mediarlas y generar acuerdos que sepan rescatar lo mejor de ambos integrantes de la pareja, sin socavar el sentido de pertenencia y el necesario autoamor de la persona con la que suponemos que queremos estar y/o vivir, por mucho que se le quiera, es un hecho que se terminará pasándole por encima y lo que es peor, lastimando irremediablemente su autoestima o incluso comprometiendo el sano equilibrio de la relación que intentan forjar.

 

Si verdaderamente aspiras a mantener una relación de pareja, como lo que en teoría debiera ser: un auténtico vínculo de reciprocidad. Porque de eso se trata lo de formar una pareja, de ser verdaderamente parejos y/o recíprocos, no de establecer una relación de sometimiento o desequilibrio, entonces resulta vital e irrenunciable que ambos integrantes se mantengan necesariamente en control de sí mismos. Esto es, en la mutua responsabilidad de no transgredir la independencia y/o el necesario respeto que debe haber entre ambos. El problema comienza en cuanto cualquiera de los dos por los más variados motivos comienza a ceder y/o a renunciar o alterar sus límites no negociables.

 

Entiendo por límites no negociables, a cada una de las particularidades que nos constituyen; hablo de cosas tan fundamentales como nuestro sentido de importancia y/o pertenencia, nuestra visión o proyecto de vida, los valores que profesamos en el más amplio espectro de la vida, desde lo social, hasta lo personal, pasando por lo familiar, lo comunitario, lo público, lo íntimo, lo privado. Si cada una de estas aristas constituye un motivo de confrontación y/o desazón, que termina volviendo motivo de discusión cualquier razón de vida, al punto de que defender nuestro más elemental derecho a ser nosotros mismos, se vuelve un auténtico calvario, en el que invariablemente cualquiera de los dos se ve renunciando a aspectos muy vitales de su propia integridad personal. Puede llegar a darse la ocasión de amanecer un día sin reconocernos al espejo; ese no puede ser un buen modo de vivir ni para los integrantes de la propia pareja, ni para quienes les tienen a su alrededor, llámese hijos, familia o amigos.

 

Cuando de estar en pareja se trate, elige con calma. No por lo que tienes hoy de frente, sino por lo que estás apostando a futuro; elige pensando en lo que verdaderamente quisieras que sea después de coincidir. Por obvio que pueda parecer cuando se lo mira con la cabeza fría, que no es lo que sucede cuando nos enamoramos, cuando de elegir con quien hacemos pareja se debe ver por mucho, más allá de que la persona nos atraiga o nos haga llevadera la convivencia cuando le vemos. Para que una pareja verdaderamente funcione, se le debe elegir no sólo porque nos atrae, o incluso por las afinidades electivas con las que coincidimos, sino fundamentalmente por lo que se está apostando en construir a futuro. Se trata de hallar un alguien con quien verdaderamente contar, no de ayuntarse con una losa que nos haga nuestro andar por la vida tan pesado, al punto de volverla virtualmente insostenible porque nos lleva al límite o paraliza.

 

Pero para construir relaciones que verdaderamente tengan sentido y/o futuro, porque llegan a ser flexibles, maduras y equilibradas, tanto porque no sólo nos dejan ser, sino que además nos alientan a desarrollarnos, a no inhibirnos o a retraernos, es fundamental tener el valor conocernos y reconocernos. Implica necesariamente establecer el compromiso permanente de cuidarnos y autoprotegernos con celo y profunda indulgencia, no pasando por alto cualquier tema que verdaderamente nos importe. En esto del amor, o es todo, o mejor que no sea nada. Pero para ello es vital tener un sentido muy claro y significativo de quiénes somos.

 

Lo he dicho ya en varias oportunidades prácticamente del mismo modo: Lo mejor que hacemos en la vida, lo conseguimos siempre en la medida que más íntimamente conectamos con nosotros mismos, esto es, cuanto mejor nos conocemos nosotros mismos. Porque de ello es que parte el irrenunciable compromiso de ser y existir, cuando nos conocemos tan bien, que existe verdadera concordancia entre lo que pensamos y hacemos.

 

El mayor compromiso personal posible, resulta cuando existe concordancia entre lo que esperamos y lo que hacemos, entre lo que valoramos y lo que ofrecemos, el punto es respetarnos a tal punto, que nada por necesario que lo consideremos, termine por comprometer nuestras capacidades. No existe un nosotros posible, sin sólidos referentes de quiénes somos nosotros mismos. Que no siempre somos tan consecuentes para con nuestras propias necesidades como deberíamos, ante el miedo que nos da quedarnos solos; de acuerdo, pero si hemos de ser sinceros con nosotros mismos, la gran realidad es que cuando nos tenemos a nosotros mismos, nunca estamos realmente solos.

 

Tomar riesgos en la vida para ser feliz, no implica quedarse ahí donde ya se ha agotado todo recurso para conseguir que las cosas funcionen; si ya lo intentaste todo o casi todo, porque tampoco es preciso que te faltes el respeto poniendo tu tranquilidad por los suelos, para que la persona que has decidido que te importa, renconsidere la medida de su desprecio o desinterés por lo que tienen, hay mayor valor y temeridad en irse, que en quedarse y aferrarse al suplicio de una incertidumbre continua. Quien se acostumbra a vivir por debajo de sí mismo, lo único que consigue es vaciar su vida, al punto de terminar carente de todo significado. Y si algo cabe decirse al respecto, es que lo que significa, dignifica; como que lo que importa, aporta; así las cosas, pregúntate seriamente: ¿qué es lo que realmente me aporta?, ¿me dignifica el contenido de la relación? Si la respuesta es no, o no estoy seguro. Vete, y vete sin titubear aunque tengas tus dudas, la mayoría de los “no lo sé” de la vida, son en esencia negativas sin asimilar.

 

Elegir pareja y más aún, decidirse a llevar una vida en común, incluso apostando a tener familia. No es cualquier cosa, todo tendría que ser y/o darse en su justa medida. Pero eso sí, tendría que hacerse siempre pensando en la complementariedad y/o la necesaria reciprocidad. ¿Por qué? Porque de eso se trata justamente la idea de ser o estar en “pareja”, de ser consecuentes y parejos, siendo recíprocos en todos los sentidos. No de a gratis se invita a que se apoye y nos dejemos apoyar permanentemente con la pareja, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso. Lo sé, lo sé, suena como una loza muy pesada, pero por eso digo que no cualquiera está verdaderamente preparado para lo que afrontar una responsabilidad de ese tipo precisa.  


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